Durante su vida fue ejemplo de celo, dignidad y virtud religiosa.
Siguió un camino similar al de su primo, Carlos Borromeo, promoviendo la disciplina del clero, fundando iglesias y universidades financiadas con sus propios bienes y aplicando con rigor los principios aprobados en el Concilio de Trento.
Son reconocidos sus notables esfuerzos para paliar la hambruna que sufrió Milán entre 1627 y 1628.
Falleció en 1631 (después de haber participado en ocho cónclaves).
Federico Borromeo aparece caracterizado como un inteligente humanista en la novela Los Novios, de Alessandro Manzoni.