Su infancia transcurrió con un contacto permanente con el campo y la naturaleza, factores que definirán su vida.En 1940, a los doce años, ingresó en el Seminario Diocesano de Jaén marcado por un profundo sentido religioso.El ejemplo de sus maestros inculcó en su vida un profundo sentido sacerdotal y humano.Ese verano fue muy intenso en su vida y pudo desarrollar una amplia labor pastoral.De su estancia en Andújar dejó amigos con los que se cruzaría muchos años después.Entre otros el cardenal, José Manuel Estepa Llaurens, arzobispo emérito castrense, al que le unió gran amistad.Allí hizo muchos discípulos, varios de ellos valdepeñeros, que aún hoy lo recuerdan con profunda admiración.Parecía destinado a continuar con su labor docente y magisterial, en el Seminario Menor de Baeza, pero fue llamado a ocupar otro cargo con más importancia pastoral.Siendo párroco recibió el nombramiento de profesor del Seminario Mayor (1962), consiliario de Acción Católica (1963), delegado de enseñanza (1966), provisor, fiscal y juez eclesiástico (1966), entre otros, que le permitieron conocer y afrontar los problemas nuevos a los que la Iglesia se enfrentaba.Había decidido regresar a la docencia y preparar unas oposiciones en la universidad, pero el destino lo llevó otros caminos.[1] (enlace roto disponible en Internet Archive; véase el historial, la primera versión y la última)..
Félix Martínez Cabrera, en su toma de posesión como vicario capitular de la diócesis de Jaén, en diciembre de 1970.