En 1978 pasó a ser miembro de la Congregación para el Clero.
Desde este cargo, fue especialmente crítico con los atentados a guardias civiles y militares, así como con la labor pastoral del clero vasco y el silencio del clero español ante este asunto.
Nombrado padre sinodal por designación directa del papa en el Sínodo de Obispos para Europa (1991).
Elegido miembro, por segunda vez, del Consejo de Obispos Castrenses en 2003 para un quinquenio.
Además de los cardenales Ricardo Blázquez, Carlos Osoro, Juan José Omella, Carlos Amigo, Aquilino Bocos Merino, Luis Martínez Sistach y Antonio María Rouco Varela, asistió el rey Felipe VI y los jefes de los tres ejércitos.
Se recordó su papel al frente del obispado castrense y como capellán de la Casa Real.