Extraterritorialidad (estudios literarios)

Aunque desde muchos siglos antes la literatura europea vernácula había tenido la influencia activa de varias lenguas, este sentimiento de extrañeza es reciente, pues para las élites europeas del siglo XVII era una regla saber expresarse con fluidez en la propia lengua y en latín, francés o ambos.

Muchos escritores destacados en su época comparten esa pluralidad lingüística: Heinrich Heine, Oscar Wilde, Samuel Beckett, Ezra Pound, Vladimir Nabokov y Jorge Luis Borges.

Así pues, se pone en duda que un eje lingüístico único (es decir, el dominio de una sola lengua y, por lo tanto, un arraigo profundo a la tierra natal) esté ligado a la autoridad poética:[2]​ Por lo tanto, la idea del escritor que es maestro del lenguaje y que se siente como en su casa en varias lenguas es novedosa.

En ese sentido, la estabilidad lingüística y la conciencia nacional que se han supuesto desde el Renacimiento hasta la década del 50, están en decadencia.

Las figuras de Beckett, Nabokov y Borges se vuelven centrales por varias razones.

De esta manera, según Spicer-Escalante, el escritor logra la síntesis cultural que caracteriza a los seres transculturados.

Para Spicer-Escalante, el dato más relevante en torno a la extraterritorialidad es que “los autores extraterritoriales son más que meros políglotas; se tornan verdaderos intérpretes socioculturales con respecto a la cultura de las nuevas localidades donde habitan”.

[5]​ Por su parte, Eugenia Ortiz Gambetta asegura que en el siglo XX, pero más aún en el siglo XXI, crece la lista de los autores extraterritoriales, entre los que se encuentran Alejo Carpentier, Héctor Bianciotti y Juan José Saer, entre otros escritores latinoamericanos.