[4][5] El judaísmo incorpora la omnipresencia como una característica de Dios, que posteriormente fue heredada al cristianismo e islamismo.
Está con su ser, saber y poder, donde quiera que exista algo distinto de Él mismo.
Considera que Dios es el acto (ser) puro, que reúne en sí todas las perfecciones, y al ser creados los diversos entes del universo, recibieron el acto de ser por participación divina, reuniendo en sí ciertos actos, y teniendo otros en potencia.
Para resolver la paradoja, se achaca la existencia del mal al libre albedrío del ser humano, y se interpreta la cualidad de la omnipresencia divina como voluntaria, y no como necesaria.
Al regresar a la Unidad, contemplamos su Perfección como conjunto, como una máquina cuyo funcionamiento y mantenimiento requiere que cada Evento y suceso se dé tal cual se ha dado.