Expulsión de alemanes tras la Segunda Guerra Mundial

En Checoslovaquia, los alemanes habían colonizado territorios desde que la corona checa se uniera a los Habsburgo austríacos en la Edad Media, y esta emigración de germanos se fortaleció con la incorporación de Eslovaquia al Imperio Austrohúngaro.

No obstante, Pomerania, Silesia, Prusia Oriental y Prusia Occidental sí se hallaban pobladas casi totalmente por alemanes étnicos a fines del siglo XIX, en tanto dichas regiones se habían integrado en el antiguo Reino de Prusia desde el siglo XVI, mientras que las poblaciones nativas habían sido casi exterminadas o desplazadas desde hacía siglos.

Estas mismas zonas se integraron en el Imperio Alemán en 1871 y fueron provincias de Alemania propiamente dicha hasta 1945.

Numerosas fuentes alemanas, informes médicos y testimonios de los prisioneros alemanes obligados a trabajos forzosos, sostienen que algunos soldados del ejército soviético cometieron violaciones flagrantes de los derechos humanos, alegando a su vez los soldados soviéticos que sus abusos y violencias constituían una venganza justificada por los crímenes de guerra nazis en el Frente Oriental.

Durante los últimos meses de la guerra, el régimen nazi había insistido en que los civiles germanos debían permanecer en sus hogares y había rechazado planes de evacuación al considerarlos derrotistas.

Tal situación causó la muerte de numerosos civiles alemanes evacuados, como sucedió con el hundimiento del barco Wilhelm Gustloff, hundido por un submarino soviético en el Báltico mientras transportaba cientos de refugiados.

Con ello el desplazamiento de civiles alemanes ya no sería en realidad un "éxodo" forzado por las circunstancias sino una "expulsión" ejecutada deliberadamente por autoridades locales.

En estos casos la política patrocinada por la URSS respecto a estos individuos era la expulsión simple y pura, previa confiscación de bienes; los gobiernos de Polonia y Checoslovaquia secundaron estas intenciones y recolectaron a todos los ciudadanos que fueran alemanes étnicos, para expulsarlos hacia la Alemania ocupada por los Aliados Occidentales.

El caso de Polonia fue bastante especial, pues Stalin había determinado en la conferencia de Yalta que la URSS se anexionaría grandes regiones orientales que habían pertenecido a la Segunda República Polaca, y por lo tanto Polonia sería compensada con todos los territorios que poseía Alemania al este de los ríos Oder y Neisse.

Ya en 1919 se había sugerido que la frontera polaco-soviética siguiera la línea Curzon, que permitía a millones de ucranianos y rusinos quedar bajo soberanía soviética, y en 1945 Stalin revivió esta idea, aun cuando ello implicaba forzar a los polacos residentes al este de la Línea Curzon a dejar sus hogares.

En otros casos, como Lituania, Letonia y Estonia, los alemanes étnicos eran una minoría mucho más reducida que la existente en Polonia o Checoslovaquia, pues se basaba en los alemanes bálticos que habían residido en esas tierras desde el siglo XVI como protegidos del antiguo Imperio ruso, pero de igual manera participaron en la administración de estos países cuando fueron ocupados por el Tercer Reich.

Aun así, en Lituania la fuga de civiles alemanes no se realizó por completo y numerosos alemanes étnicos quedaron atrapados en zonas rurales; particularmente muchos niños huérfanos de origen alemán quedaron a su suerte en bosques, o fueron recogidos por familias lituanas de pequeñas localidades manteniendo oculto su origen étnico.

Winston Churchill consideraba válida la expulsión masiva de alemanes étnicos, en tanto opinaba que su permanencia en la Europa Oriental causaría conflictos permanentes con la población local, serviría como pretexto para reavivar el expansionismo germano, mientras que la expulsión sería una sanción proporcional por los crímenes de guerra nazis contra la población civil de la Europa Oriental.

Expulsión de alemanes de los Sudetes .