Acogió los encuentros que el Real Oviedo disputaba como local entre 1932 y 2000, y fue bautizado de esta manera en honor a Carlos Tartiere Alas-Pumariño, primer presidente del club.
En 1954, fue vendido al ayuntamiento de Oviedo, que fue su propietario desde entonces.
En junio de 1958 su nombre se cambió por el del fundador y primer presidente del club, Carlos Tartiere.
Este hecho hizo que se planteara la necesidad de construir un nuevo campo de fútbol para la ciudad con capacidad suficiente para todos los aficionados.
En los terrenos que ocupaba el estadio y aledaños se construyó el Palacio de Congresos de la ciudad, diseñado por Santiago Calatrava.