Heráldica eclesiástica

Aunque generalmente las normas que rigen el diseño de los blasones son las mismas que las referidas a la heráldica general, la eclesiástica tiene sus variaciones específicas -tanto en el campo de los escudos como sobre todo en sus ornamentos exteriores-, las cuales se rigen por su propia tipología y se someten a los cánones y disposiciones de las propias Iglesias.

El derecho a una heráldica propiamente eclesiástica tiene su fundamento en que la Iglesia (en cualquiera de sus ramas) posee una constitución jerárquica.

De esta manera, el lugar social en el que alguien nace no juega aquí ningún papel decisivo.

[2]​ Los presbíteros y diáconos, por lo general, no utilizan escudo de armas, salvo que lo utilicen por otras razones (por ejemplo, la pertenencia a una familia con títulos nobiliarios); en esos casos, deberán timbrar su escudo con el capelo correspondiente.

En sentido general, las mismas leyes que rigen la heráldica general o secular, son válidas para su rama eclesiástica, si bien, existen variantes y excepciones muy importantes en cuanto al uso y sobreposición de metales y colores heráldicos y por supuesto en los ornamentos exteriores de los escudos, que fueron ampliamente descritos en sus distintas obras por monseñor Bruno Bernard Heim, arzobispo católico al Servicio Diplomático de la Sede Apostólica, quien ha sido considerado como uno de los mejores exponentes de la heráldica eclesiástica en el siglo XX.

Ejemplo de heráldica eclesiástica alemana (1497-1503).
Modelo de escudo de cardenal, indicado por el capelo con quince borlas dispuestas en cinco órdenes a cada lado, todo de gules (el lema y las armas son propias de cada cardenal, así como el báculo con una o dos cruces según este sea obispo o arzobispo ).