El gabinete liberal tomó la decisión, aunque el partido había sido firmemente contra la guerra hasta el último minuto.
Al igual que la Entente, la Convención se centró en resolver las disputas coloniales, pero al hacerlo, allanó el camino para una cooperación más amplia y permitió a Gran Bretaña reorientar sus recursos navales en respuesta a la expansión naval alemana.
Una fuerza expedicionaria británica de 100.000 hombres desembarcaría en Francia en las dos semanas siguientes a la guerra, mientras que los acuerdos navales asignaron la responsabilidad del mar Mediterráneo a la Armada francesa, mientras que la Marina Real se ocupaba del mar del Norte y el canal de la Mancha, incluido el norte de Francia.
[5] Inmediatamente después del asesinato el 28 de junio del archiduque austriaco Francisco Fernando en Sarajevo, los periódicos británicos denunciaron al asesino nacionalista serbio, Gavrilo Princip, y en general simpatizaron con la monarquía austrohúngara.
Los periódicos culparon al Reino de Serbia por el crimen, con retórica contra los «fanáticos», las «fuerzas peligrosas» y los «agitadores imprudentes».
La prensa nacional se dividió según las líneas partidarias, con los periódicos conservadores enfatizando la obligación de apoyar a Francia, mientras que los periódicos liberales insistieron en que Gran Bretaña no tenía tal compromiso y debía permanecer neutral.
En primer lugar, si Alemania conquistaba nuevamente Francia, como había sucedido en la guerra franco-prusiana de 1870, se convertiría en una gran amenaza para los intereses económicos, políticos y culturales británicos.
[8] Los votantes liberales inicialmente exigieron la paz, pero se indignaron cuando los alemanes trataron la neutralidad belga como un «pedazo de papel» sin valor (las palabras del canciller alemán Theobald von Bethmann Hollweg al ridiculizar el Tratado de Londres).
Denunciaron una «conspiración para arrastrarnos a una guerra contra los intereses de Inglaterra», argumentando que equivaldría a un «crimen contra Europa», y advirtiendo que «tiraría por la borda el progreso acumulado de medio siglo».
El resto de la dirección del Partido Laborista, bajo el mando de Arthur Henderson, calculó que la guerra sería breve y que oponerse a ella le costaría al partido en las siguientes elecciones generales.