Después de enseñar gramática en Plasencia, cursó la teología en Salamanca.
De su obra sólo se pudo imprimir la primera parte.
Trata del fin del hombre y de los medios internos y externos para lograrlo, de las penas eclesiásticas, censuras e indulgencias, del sacramento del Orden y la potestad de las Ilaves, y de si la suprema autoridad reside en el papa o en el concilio ecuménico.
Su método consiste en exponer brevemente la doctrina, y añadir lo que él llama «glosa»: explicación de la doctrina, razonada y confirmada con otros autores.
Alfonso María de Ligorio le tuvo en mucha estima.