De ahí que ella empezara a escribir con tan solo doce años; entre sus hermanos se encontrara el poeta Guillermo Roberto Hall.
El círculo intelectual de Elisa Hall quedó plasmado en la carta que el renombrado escritor español Benito Pérez Galdós le escribió cuando ella tenía tan sólo dieciséis años de edad: Santander, y septiembre 20/1916 Sta.
[sic] María Elisa Hall Amiga mía: Doy a usted este dulce nombre autorizado por su amable carta que en forma simpática y candorosa me revela una inteligencia no común y aficiones literarias que rara vez apreciamos en niñas de 16 años.
Me complace y enorgullece la predilección que siente usted por mis obras.
[4] De acuerdo a lo escrito por Hall en un manuscrito que dejó a su familia, y que Rafael Arévalo Martínez refiere en su libro ¡Ecce Pericles!, la reunión tenía por objetivo despedir al gerente, Alejandro Prentice, para colocar a un gerente que pudiera manejar a su antojo el presidente Estrada Cabrera y así poder hacer emisiones ilimitadas de billetes y préstamos favorables al gobierno.
[4] De acuerdo a Hall, cuando terminó de leer su informe favorable a la gestión de Prentice, y cuando este fue confirmado en su puesto por la junta directiva, Macías del Real le increpó airadamente su postura indicándole que había ofendido al Supremo Gobierno y que tenía que rendir explicaciones al Ministerio de Fomento por la hostilidad que el Banco Agrícola tenía contra los inspectores bancarios.
[e] Elisa Hall llegó a San Salvador en agosto de 1913, y allí se encontraba cuando ocurrieron los catastróficos terremotos de 1917, razón por la cual sus padres la trasladaron nuevamente a Guatemala.
[8] El pedagogo Alberto Masferrer, quien estuvo en esos momentos en Guatemala trabajando en el método educativo guatemalteco por solicitud del presidente Lázaro Chacón, señaló que la obra «es como un velo que se descorre para mostrarnos de una vez una inteligencia esclarecida y fuerte, al servicio de una conciencia valerosa y activa».
Este fue motivo suficiente para que se desencadenara un debate en torno a la autoría de la obra.
[1] "En la marejada periodística que se levantó aquellos días, los que estaban en contra de la autoría de Elisa Hall, como fue el caso de César Brañas, José Valle, Carlos Gándara, Carlos Samayoa o Malín d’Echevers entre otros, siguieron mostrando sus dudas al respecto, pero sin hacer referencia a ninguna prueba.
A este bando se le denominó periodísticamente como el de los “incrédulos”.
Elisa Hall, sin tener nada más que añadir, decidió continuar escribiendo la segunda parte de las memorias, Mostaza.
No encontré suficientes elementos de juicio para decidir la contienda sobre la originalidad e la obra.
Las pruebas relativas al contenido y a la documentación histórica, así como los indicios formales, ideológicos y lingüísticos presentadas por Quirante en su estudio filológico son determinantes e incuestionables.