El zorro de arriba y el zorro de abajo

Este «primer diario» apareció en la revista Amaru y fue lo que desató su polémica con el escritor argentino Julio Cortázar, a raíz de las críticas destempladas que éste hiciera a la literatura regionalista o telúrica.[2] Fue una época difícil para el escritor pues atravesaba una fuerte crisis depresiva, que ya antes lo llevó a un intento de suicidio (en 1966); vivía en una continua lucha contra el insomnio y los dolores en la nuca y en la espalda.Aun así se esforzó en llevar adelante su proyecto de novela y redactó cuatro capítulos (que conforman la primera parte del libro), según cuenta en el segundo y tercer diario que intercala en la obra.En Chile redactó también lo que llamó los «hervores» de la segunda parte del libro, pero después anunció estar psíquicamente incapacitado para continuar.En lo que rotuló como el «¿Último diario?» (cuya revisión está fechada en octubre de aquel año) mencionó el balazo que pondría fin a su vida; un mes después cumplió su amenaza (noviembre de 1969).Según el plan del lector estos zorros debían entrometerse de vez en cuando en los sucesos narrados para comentarlos y orientarlos.Arguedas recuerda el episodio en su obra póstuma: don Diego, la transfiguración del zorro mítico, al visitar Chimbote, lleva unos pantalones de color negro» (Millones, Tomoeda XXII).[11]​ Según Dora Sales Salvador, «Hay una profunda mirada etnográfica que unifica la obra arguediana, en la que el autor-etnógrafo representa, a la vez, al observador y al observado» (Sales Salvador 148).Según ella, Arguedas «personificó, narró y consignó etnográficamente las posibilidades del diálogo transcultural» (Sales Salvador 161).La división más grande del lenguaje reside en las diferencias entre costa y sierra» (Rowe 199).