El pintor les presentará a Charles Maurice de Talleyrand-Périgord, quien también conoce la historia del ajedrez.
Así será como, tras una serie de misterios que suceden a su alrededor (asesinatos incluidos) conocerá al misterioso jugador de ajedrez Alexander Solarin, quién le avisará del peligro que corre.
No en vano, y «por motivos de trabajo», pondrá rumbo a Argel, donde nadie es quien parece y la historia del ajedrez de Montglane sigue más viva que nunca.
El tablero, forjado exclusivamente en plata y oro, medía un metro entero por cada lado.
Los alfiles u obispos eran elefantes con las sillas de montar incrustadas de raras gemas y los caballos o caballeros están representados por corceles árabes salvajes; las torres o castillos se llamaban ruji, que en árabe significa carro.