[2] El crítico estadounidense Seymour Menton, por su lado, lo calificó como una de las obras maestras del relato hispanoamericano.
Leopoldo se asusta y al no hallar explicación empieza a pensar que el hecho había sido obra del diablo.
[5] Leopoldo mira a su madre con ojos cargados de lágrimas mientras le asegura que es inocente.
Ella duda por un momento, pero finalmente se acerca y lo abraza, todo frente al machete manchado de sangre, que parecía sonreír desde el suelo.
[6] El cuento utiliza este contexto para analizar la figura del mal y su origen en las comunidades.
Y aunque a los ojos del pueblo es Leopoldo el que personifica esta característica, terminan siendo los propios habitantes de la comunidad quienes se muestran malvados y ejercen la violencia sobre Leopoldo, motivados por la superstición.