La revolución de 1848 casi desintegra al imperio Habsburgo sin embargo el ejército logra poner fin a los acontecimientos.
Este fue un conflicto tanto interno como externo del imperio, con movimientos revolucionarios nacionalistas haciendo eclosión por todo el territorio de los Habsburgo.
Ante estas fuerzas austro-rusas los húngaros no tuvieron más opción que rendirse y capitularon en Világos.
Sin embargo las fuerzas armadas del imperio quedaron debilitadas y los contingentes nacionales de algunas etnias fueron tratados con desconfianza.
Participaron aproximadamente 220.000 soldados, 824 cañones y 22.000 jinetes conducidos por el mariscal de campo Ferenc Gyulai.
En 1864 se inicia la guerra de los ducados, en la que Austria aliada con Prusia, derrotan a Dinamarca.
Comandó el ejército austro-prusiano el mariscal de campo prusiano Friedrich Graf von Wrangel.
El mando militar austriaco no retenía a sus reclutas de infantería por mucho tiempo, lo cual hacía que una movilización bélica requiriese entrenar nuevas tropas en poco tiempo.
El ejército prusiano tuvo una gran victoria en la batalla de Königgrätz, tres semanas después se firmó el armisticio en Praga.
Todos los generales, excepto el rango excepcional de generalissimo, debían solicitar autorización del Hofkriegsraf para cualquier decisión estratégica, política que garantizaba la coordinación del ejército pero que convirtió la maquinaria bélica austríaca en un aparato lento.
En su lugar fue reemplazado por el alto mando del ejército que acumuló muchas prerrogativas, pero sin embargo tendió a la ineficiencia.
Cada regimiento tenía su propia zona de reclutamiento en el Imperio, y la única excepción en este sentido estaba representada por Galitzia.