Edward Sheriff Curtis

A menudo, Edward le acompañaba en sus viajes pastorales, siguiendo los ríos en canoa y acampando.[2]​ A los diecisiete entró como aprendiz en un estudio fotográfico en la pequeña ciudad de Saint Paul (Minnesota).[8]​[2]​ En 1896 se casó con Clara J. Phillips (1874-1932), una amiga de la familia que le había cuidado durante su convalecencia, después del accidente.En una ascensión al monte Rainier conoció Ella Mc Bride, que se convirtió en amiga de la familia.Con el tiempo, Mc Bride se convirtió en una de las fotógrafas norteamericanas más destacadas, conocida internacionalmente.[4]​[2]​ Durante una excursión fotográfica al monte Rainier ayudó un grupo de científicos que se habían extraviados.[7]​ Aprovechó el largo viaje en barco para leer y adquirir conocimientos antropológicos, ampliando así su escasa formación previa.Con los Blackfoot, entró en contacto por primera vez con una cultura nativa relativamente inalterada por el hombre blanco.[5]​[2]​ Mientras tanto, su esposa, Clara, se quedó a cargo de los hijos y del estudio fotográfico.Se dirigió al Instituto Smithsoniano, pero los académicos desconfiaban de un hombre sin formación y con un proyecto desmesurado.Morgan se comprometió a financiarlo, con la condición de que Curtis mismo escribiera los textos, y no un académico.[4]​ Desde este momento hasta 1930, cuando se publicó el último volumen, Curtis se consagró a su obra, continuando con las estancias con los nativos por todo los Estados Unidos, incluyendo Alaska y parte de Canadá, además del trabajo con las fotografías y la redacción de los libros.En 1906, para salvar la situación, Clara y los niños le acompañaron en Nuevo México, en el territorio navajo.[5]​ En 1911, para promover las suscripciones, montó un espectáculo audiovisual con linterna mágica, The Indian Picture Opera, con proyección de fotografías, lectura de textos sobre las culturas indígenas elaborados por el propio Curtis, con acompañamiento orquestal compuesto por Henry Gilbert, basándose en la música indígena.Su hijo accedió a seguir financiando The North American Indian,[2]​ pero al precio de quedarse con los derechos.Curtis, arruinado, dejó Seattle y cercó unos años por los parques nacionales, con un contrato con el Servicio Forestal.El resultado no podía presentar mayor contraste: encontró los únicos nativos que aún vivían con plenitud su cultura tradicional.La hija menor, Katherine, que vivía en Seattle con Clara, no había visto a su padre durante trece años.Por el mismo motivo, se esforzó en numerosas ocasiones a registrar más bien un pasado ya extinguido que la realidad del presente.Así, retocó fotos para eliminar objetos modernos, tales como relojes, sombrillas, herramientas, carros, etc.[12]​ También fotografió representaciones de ceremonias que ya no se llevaban a cabo, o disfrazó a nativos para representar miembros de otras tribus.[15]​ In the Land of the Head Hunters cuenta una historia de amor, guerras y aventuras, protagonizada por un joven guerrero kwakiutl y una joven de una tribu enemiga, que está prometida a un poderoso brujo.Como The North American Indian, Curtis intenta reflejar la cultura kwakiutl previa al contacto con el hombre blanco y, en consecuencia, no muestra su modo de vida en gran parte occidentalizado, y se abstiene de mencionarlo explícitamente.[15]​ Por otra parte, sin embargo, recoge cuidadosamente otros aspectos de su cultura, especialmente el arte y las danzas ceremoniales.En este momento aparece una visión mitificada de los pueblos nativos que coexiste con la percepción del indígena como un ser agresivo e incompatible con la nueva sociedad americana.sin embargo, en la década de 1970, las fotografías fueron redescubiertas y adquirieron una nueva popularidad,[12]​ sobre todo por motivos estéticos.[12]​[2]​ Estas alteraciones se deben a que su intención no era documentar la situación de principios del siglo XIX, sino rescatar, hasta donde fuera posible, una realidad preexistente.[n 4]​ Desde la óptica actual, se le critica una visión de las culturas y sociedades indígenas como inferiores o retrasadas —por ejemplo, los compara con «criaturas» ante los «adultos» blancos[12]​—, cuyo destino tenía que ser, inevitablemente, la desaparición y sustitución forzosa por la cultura occidental.[n 6]​ No obstante, también se puede apreciar en él un sentimiento de comunión con estos pueblos, con los que convivió largas temporadas.[6]​ Estos dos aspectos pueden potenciarse mutuamente y también, como se señaló anteriormente, llegar a entrar en contradicción.La causa es en gran parte la actitud del propio Curtis, que mientras se dedicaba a The North American Indian, no frecuentaba los salones ni los certámenes fotográficos,[12]​ aunque los clientes posteriores de su obra estuvieron más interesados por motivos coleccionistas y estéticos, que científicos.
"Princesa Angeline", del pueblo suquamish , 1896.
Tres jefes de la tribu piegan ( pies negros ).
Mosa - mojave, 1903. Con esta fotografía de una joven de la tribu mojave Curtis consiguió apoyo financiero del magnate John Pierpont Morgan.
Cazador inuit a punto de lanzar su arpón.
Casas de los hopi , «colgadas» sobre el risco.
Potlatch kwakiutl con ocasión de una boda; la novia se encuentra en el centro (foto incluida en The North American Indian ).
Cañón de Chelly - Navaho, 1904
Presidente Theodore Roosevelt , orotone de E. S. Curtis, 1904