Jefe Seattle

Siendo una figura prominente entre su pueblo, se convirtió al catolicismo y buscó un camino de acomodación para los colonos, teniendo una estrecha relación personal con David Swinson «Doc» Maynard.

Como muchos guerreros indígenas contemporáneos, poseía esclavos de los capturados durante las incursiones.

En una publicación trimestral india, valorando el legado del jefe Seattle, Phillip Howell, líder de los klallam, se dice que pensaba de él que era «un indio de corte inferior, una broma entre los nativos» y, lo que es peor, «un cobarde y un traidor» por haber llevado a cabo las negociaciones del tratado y cedido las tierras indias al hombre blanco.

Un punto de vista diferente es citado por Peg Deam, una especialista en desarrollo cultural del Concilio Tribal Suquamish.

También señala que el jefe Seattle fue excepcional porque dejó su huella como guerrero, pero ante todo fue un servidor para la paz.

Joseph Newmarket, cerca de Olympia, indica su nombre como Noe Siattle).

Y aún más lo son los posteriores relatos que derivan del de Smith.

Ciertamente, la retórica que engalana la versión de Smith es suya y no del jefe Seattle.

Aunque el contenido del discurso está en duda, testigos contemporáneos están de acuerdo en que tuvo aproximadamente media hora de duración, y que, durante todo el tiempo, el jefe Seattle, un hombre alto, tenía una mano en la pequeñísima cabeza del gobernador Stevens.

William Arrowsmith editó una segunda versión del discurso en lenguaje contemporáneo en los años 1960.

Según el escritor español Miguel Anxo Murado en su libro La invención del pasado (Debate, 2013) la carta del jefe indio Seattle al presidente de Estados Unidos fue escrita por un ecologista texano en 1971, aunque parece que, como se ha visto anteriormente, ya existía un texto de la carta anterior a esta fecha.

Probablemente el «ecologista tejano» al que se refiere Murano sea el ya mencionado guionista llamado Ted Perry, al cual se le pidió una nueva versión de la existente carta con vistas a la publicación de una obra literaria.

La savia que recorre el cuerpo de los árboles lleva consigo la historia del piel roja.

Los muertos del hombre blanco olvidan su tierra de origen cuando van a caminar entre las estrellas.

Nuestros muertos jamás se olvidan de esta bella tierra, pues ella es la madre del hombre piel roja.

Por esto, cuando el Gran Jefe Blanco en Washington manda decir que desea comprar nuestra tierra, pide mucho de nosotros.

El Gran Jefe Blanco dice que nos reservará un lugar donde podamos vivir satisfechos.

La tierra no es su hermana sino su enemiga, y cuando ya la conquistó, prosigue su camino.

Deja atrás las tumbas de sus antepasados y no se preocupa.

El viento que dio a nuestros abuelos su primer respiro, también recibió su último suspiro.

Si les vendemos nuestra tierra, ustedes deben mantenerla intacta y sagrada, como un lugar donde hasta el mismo hombre blanco pueda saborear el viento azucarado por las flores de los prados.

Soy un hombre salvaje y no comprendo ninguna otra forma de actuar.

Vi un millar de búfalos pudriéndose en la planicie, abandonados por el hombre blanco que los abatió desde un tren al pasar.

Si todos los animales se fuesen, el hombre moriría de una gran soledad de espíritu, pues lo que ocurra con los animales en breve ocurrirá a los hombres.

Ustedes deben enseñar a sus niños que el suelo bajo sus pies es la ceniza de sus abuelos.

Los blancos también pasarán; tal vez más rápido que todas las otras tribus.

Este destino es un misterio para nosotros, pues no comprendemos el que los búfalos sean exterminados, los caballos bravíos sean todos domados, los rincones secretos del bosque denso sean impregnados del olor de muchos hombres y la visión de las montañas obstruida por hilos de hablar.

Estatua del jefe Seattle de 1908 por James When en Tilikum Place, Seattle, Washington. La estatua está incluida en el registro nacional de lugares históricos
La tumba del jefe Seattle en la reserva india de Port Madison en Suquamish, Washington
Detalle de la lápida del jefe Seattle's en Suquamish, Washington
La tumba del jefe Seattle tras una remodelación