Cursó una escuela secundaria técnica de la que egresó como oficial tornero y trabajó desde entonces en la industria metalúrgica.
En la provincia de Tucumán conoce a Lino Enea Spilimbergo, otro consagrado pintor argentino, con quien traba amistad mientras toma clases informales en su taller, al que viajaba mensualmente.
También a Abraham Vigo, grabador, pintor y escenógrafo perteneciente al Grupo de Boedo, o los artistas del pueblo, con cuya hija se casará pocos años más tarde.
En el año 1997 sufre un ACV (accidente cerebrovascular) que no impide la continuidad de su producción artística pero entorpece sus actividades públicas.
Pero tal vez sea la serie de las catedrales su mayor expresión plástica, por su despojada construcción y su insinuación metafísica.
Abstractos, surrealistas o naturalistas, todos los cuadros de esta época están dominados por un clima metafísico y distante.
El dramatismo de épocas anteriores se transforma en melancolía, la exaltación en serenidad, sin perder intensidad colorística ni equilibrio constructivo.
Domingo Onofrio se ubica en un camino grato al cubismo, pero estimamos muy valioso su viraje hacia la pintura, después de su etapa realista.
No en vano Domingo Onofrio se ejercitó en cierto período teniendo en cuenta los aportes del cubismo de la etapa creadora, constructiva.
No es por eso un naturalista y, por el contrario, con ese apoyo consigue dar rienda suelta a un poder imaginativo de agradables proyecciones.
Héctor Mario Villarino Revista Persona, marzo de 1967 "... Es un pintor que ama, vive y siente la pintura.
Se trata de un pintor con incuestionables calidades, que introduce en paisajes bien coloreados elementos insólitos, como esferas, cuerpos geométricos, etc.
Esta muestra, presentada en la Galería Nice de Buenos Aires, es la más importante, entre las que ya realizara este artista destacado."
Este le permite a Onofrio una línea continua sin inflexión con la que detalla la variada andanza de sus personajes.
El mundo que nos presenta está rigurosamente estructurado y nos da la sensación de un rompecabezas plástico al fragmentar cromáticamente las distintas zonas del cuadro.
Entre esos hombres se cuenta Domingo Onofrio (n. 1925), cuyos cuadros tienen, por así decir, una filosofía y, consecuentemente, nos acercan una definida imagen del mundo.
En óleos como “La casa del escultor”, una inscripción en la pared (“vote lista 2”) otorga carácter testimonial al cuadro, fuera de sus ponderables valores plásticos.
Solitario, pero en el acto de crear -cuando tantos improvisadores han olvidado que existe la intimidad del taller y su larga paciencia- pues previamente ha “contemplado el mundo”, atento al momento vivido, no servil de la realidad sino nutriéndose fundamentalmente en ella.
Está en la corporificación de las formas ideales que se hacen esfera, dodecaedro, pirámide, cilindros vestidos con distintos ropajes.
Está al nombrar a Domingo Onofrio, señal imprescindible para la ruta que ha elegido el Arte Legítimo.
Casi duele, por contraste, la luminosa alegría de algunos colores, en oposición -otra vez el duelo- con las sombras que amortajan al caballero.
Ya maestro -diseño, planos, contrapuntos tonales- en la perfección formal de estas obras, Onofrio responde cumplidamente a ese otro equilibrio metafísico que insinúan.
Testimonio, por último, de un amor cuya grandeza, como lo decía Dante, “mueve el sol y las estrellas”.
Aquí es donde comienza mi concordancia con la obra de Domingo Onofrio, pintor al que ineludiblemente acudimos cuando se menciona la palabra imaginación.
Formado entre nombres como Pettoruti o Policastro, supo entender los mensajes formales y humanos que recorren inexorablemente nuestro arte.
Una, querer establecer un recorrido cronológico que permita visualizar con exactitud las etapas de la obra del artista, diferenciándolas con precisión.
Otra, tratar de hallar temas o tratamientos pictóricos predominantes, que al imponerse sobre otros sean algo así como la quintaesencia expresiva del artista.
En este artista, la gran lección plástica de Paul Cézanne quedó grabada a fuego, orientando como una luz sus búsquedas.
Como quería Cézanne, este artista, en todos sus momentos manifiesta que es posible "dibujar pintando", valiéndose de contrastes cromáticos y desarrollos rítmicos.
Onofrio se muestra audaz en el color, con diversos grados de intensidad que le dan un sentido expresivo.