Durante su estancia romana, Fiasella trabó amistad con Orazio Gentileschi, gracias al cual conoció las tendencias caravaggescas, si bien en la versión algo más atenuada y amable del pintor pisano.
También gracias a él consiguió la protección del marqués Vincenzo Giustiniani, que le encargó algunas telas.
Gracias a esta fama recién adquirida fue reclamado por maestros consagrados como el Cavaliere di Arpino o Domenico Passignano para colaborar con ellos en diversos proyectos de envergadura.
En 1616 decidió volver a su patria, siendo ya un joven pintor de prestigio cada vez mayor.
La obra sería realizada en bronce por el escultor Giovanni Battista Bianco (1632).