Pero el estallido de la Segunda Guerra Mundial hizo naufragar este proyecto.
El padre Divo se dedicó al estudio y a la oración.
Al terminar la guerra, por interés de Giorgio La Pira, el padre Divo se transfirió a Florencia.
Inició una vida común de carácter monástico con algunos jóvenes, en estrecha comunión con el resto de la Comunidad que, mientras tanto, se iba expandiendo a otras ciudades italianas: Viareggio, Venecia, Nápoles, Palermo, Biella, Módena y otras.
Son muchas las personas importantes que tuvieron relación con el padre Divo en el curso de los años, ya sea sobre el plano de la amistad o sobre el plano de la confrontación teológica: Hans Urs von Balthasar, Adrienne von Speyr, Jean Daniélou, Louis Bouyer, Giustino Russolillo, Henri-Marie de Lubac, Pavel Evdokimov, Lambert Beauduin, Ireneo Hausherr, Thomas Merton, Leo Haberstroh, Giuseppe Dossetti, Giorgio La Pira, Luigi Giussani, Giacomo Biffi, están entre sus interlocutores.
En 1971 predicó los ejercicios espirituales anuales para la Curia Romana con la presencia del papa Pablo VI.
El texto Historia de la Espiritualidad italiana a cargo de Pietro Zovatto pone al padre Divo entre las diez figuras espirituales más importantes del siglo XX.
La Comunidad está presente en Italia, Inglaterra, Australia, Colombia, Benín y Sri Lanka; en total cuenta con cerca de dos mil personas.
«Si pudiera decir con una sola palabra todo el mundo del padre Barsotti tomaría prestado un término que ha inventado Soloviev: la unitotalidad, es decir, la idea de que todo esté comprendido en la experiencia cristiana y esté comprendido no en un modo sectorial o fijo, sino en un modo unitario».
La vida del cristiano, en consecuencia, es un entrar en una relación cada vez más viva con este Misterio.
La pura belleza de esta Realidad última que es morar en Dios.