Este acuerdo fue denunciado más adelante por la Provincia de Columbia Británica por afectar a sus propios intereses territoriales en la región, pero su reclamo fue ignorado por Ottawa y Londres.
[4] Con la compra de Alaska a Rusia en 1867, los detalles sobre los límites del nuevo territorio estadounidense se mantuvieron ambiguos.
Los puestos establecidos en los pasos por la policía montada canadiense fueron efectivos en el corto plazo, y la frontera fue aceptada provisionalmente.
[7] El tribunal consideró seis puntos principales: El representante británico, lord Alverstone, se puso del lado de los Estados Unidos en estos temas básicos, pese a que la demarcación final que se acordó era un poco menor a lo reclamado por EE. UU.
Los canadienses protestaron el resultado, no tanto por la decisión en sí misma, sino el hecho de que los estadounidenses habían elegido a políticos en lugar de juristas para el tribunal, y que los británicos habían traicionado a los intereses canadienses al poner por delante los suyos propios.
Esto dio lugar a que estallara un intenso sentimiento nacionalista antibritánico, defensor de una identidad canadiense separada del imperio colonial.
[9] El político y diplomático canadiense Hugh Ll. Keenlyside señalaría en 1952: Aunque la desconfianza hacia los EE. UU.
Las circunstancias que rodearon la resolución de la disputa crearon un fuerte descontento con la posición canadiense dentro del Imperio Británico".