Ambos términos (tanto desarme como control de armamento) forman parte de un mismo concepto lingüístico, que describe el método que la Comunidad Internacional lleva a cabo en su esfuerzo por controlar y disminuir los armamentos desde finales del siglo XIX.
Por ello, este concepto suele ir acompañado de otros calificativos que ayudan a delimitar su alcance.
Sin embargo, unos años más tarde, y mientras aumentaban las tensiones entre las principales potencias mundiales, se continuaba sin acuerdos.
No obstante, en la práctica, resulta necesario establecer objetivos de desarme mucho más factibles, acotados y específicos.
[5] Por otro lado, algunos procesos de desarme pueden acabar legitimando ciertas armas, disminuir el estigma asociado a algunas de ellas o contribuir a la renovación posterior del armamento, al centrarse en el armamento obsoleto, fomentando, en apariencia paradójicamente, la industria militar.
Como también sucede en otros aspectos de las relaciones internacionales, no todos los estados cuentan lo mismo, y los estados más poderosos intentan que los acuerdos internacionales estén en consonancia con sus propios intereses comerciales y de influencia.
Sin embargo, el desarme en los términos más amplios posibles es una de las condiciones necesarias para alcanzar una verdadera seguridad humana.