La expulsión de todo el condado fue condenada por el público polaco así como por el parlamento federal alemán.
Aunque nunca se observó ninguna actividad política antialemana entre los migrantes polacos, el aumento resultante de la población polaca alarmó a los círculos nacionalistas alemanes, incluido el canciller alemán Otto von Bismarck.
Además, las autoridades estaban obligadas a vigilar que en el futuro no se establecieran en esos territorios «extranjeros indeseables».
[2] Las expulsiones provocaron un clamor en la opinión pública de Polonia, Alemania y Europa.
Ansfeld, un progresista, puso en una resolución que la expulsión no estaba justificada por el interés nacional, era contraria a las razones humanitarias y suponía una amenaza para el bienestar de los ciudadanos del imperio.
Ludwig Windthorst, del Partido de Centro, presentó una moción suplementaria en el mismo sentido.
Las buenas relaciones entre Alemania y Rusia empeoraron en la década de 1880 debido a las crecientes tendencias nacionalistas en la política rusa.
Teniendo esto en cuenta, el embajador alemán en Rusia, Schweinitz, aconsejó a Bismarck que se abstuviera de realizar más expulsiones, anticipando que solamente provocarían a los partidarios del paneslavismo y desencadenarían represiones contra todos los colonos alemanes en Rusia.
Dmitri Tolstoi, conservador, y ministro del interior que intentó conseguir una recepción plausible para esos acontecimientos en Rusia, reconoció el sentimiento anti polaco de Otto von Bismarck y dio extraoficialmente al embajador Schweinitz su consejo de que Bismarck había cometido un grave error, ya que tales medidas extremas eran innecesarias.
Los trabajadores inmigrantes estaban mal pagados, explotados y, en la práctica, totalmente desprotegidos.