Decisión por consenso

El método también aumenta la probabilidad de soluciones imprevistas o creativas al yuxtaponer ideas disímiles, pues busca minimizar la objeción; es muy popular en organizaciones voluntarias, donde las decisiones se llevan a cabo cuando generalmente existe una aprobación amplia.

A menudo se piensa que para alcanzar el consenso requiere más tiempo y esfuerzo.

Al igual que cualquier toma de decisión grupal, la toma de decisión por consenso puede quitar poder a aquellos que no están presentes en el foro de debate, pues no se puede esperar que aporten algo a las nuevas medidas que se proponen (aun cuando pudieran haber tenido la oportunidad de aportar algo a las alternativas previas al debate).

Muchos grupos consideran la decisión unánime como una señal de acuerdo, solidaridad y unión.

Sin embargo, existe evidencia que las decisiones unánimes pueden ser una señal de coerción, temor, poder persuasivo o elocuencia, inhabilidad para comprender las alternativas, o simple impaciencia con el proceso de debate.

Cuando existe preocupación sobre estos aspectos de unanimidad, se pueden tomar algunas alternativas.

La calidad de las alternativas considera que sean, todo excepto la misma cosa; proporcionales al tiempo empleado en juntar, comparar y combinarlas.

El poner en la agenda los asuntos difíciles primero tiende a alargar y a acelerar la junta, con el riesgo de que decisiones importantes pero menos complejas, no sean atendidas convenientemente al final.

Los líderes militares desde Alejandro Magno hasta nuestros días han enfatizado que las órdenes no simplemente se llevan a cabo a menos que sean personalmente monitoreadas por el comandante.

Para el proponente de una cierta alternativa resulta difícil reducir objeciones a su plan al discriminar información o preferencias cuando hay desconfianza; los oponentes manipuladores encontraran ventajoso el exagerar sus preocupaciones o rehusarse a negociar.

Esto puede llevar a una situación conocida como «conformismo grupal» en la cual cada persona de un grupo cree que cierta estrategia es mala, pero nadie está dispuesto a expresar esa opinión porque tiene la impresión errónea que los demás miembros del grupo apoyan la estrategia.

Fue desarrollada por una sociedad religiosa amistosa (Cuáqueros) en los inicios del siglo XVII y está en uso hasta hoy en día.

Los grupos anarquistas modernos usan principalmente el consenso como herramienta para más que tomar decisiones, construirlas colaborativamente.

Por ejemplo, el consenso cuáquero ha sido adaptado a una variedad de escenarios hoy en día.

También, varias comunidades intencionales han desarrollado procesos que son incluyentes y efectivos.

El modelo cuáquero funciona bien cuando se emplea en ambientes seculares porque da a todos la oportunidad de hablar y al mismo tiempo limita las discrepancias potenciales (por ejemplo, las personas que buscan tiempo al aire ilimitado, o que tienen un particular eje de seguimiento).

El facilitador sirve al grupo más que actuar como persona a cargo.

Si el grupo genuinamente quiere tomar decisiones por consenso, se requiere un método efectivo.

Después de la discusión, el facilitador articula una propuesta y hace un llamado para que muestren sus tarjetas.

-- La tarjeta roja significa: «no estoy de acuerdo, pero estoy dispuesto a trabajar para encontrar una forma mejor, tomando en consideración lo que se ha dicho por otros miembros del grupo».

Cuadro de flujo de una decisión por consenso.