De optimo genere oratorum

Cicerón reaccionó con este tratado reenfocando la definición del verdadero aticismo, e ilustrando con un ejemplo, la traducción al latín de dos discursos, Sobre la corona pronunciado por Demóstenes en respuesta al Contra Ctesifonte de su oponente Esquines, ambos ilustres oradores áticos.

Solo la introducción escrita por Cicerón se ha conservado hasta la época moderna, mientras que sus traducciones han desaparecido1.

[2]​ Hay otros historiadores que sitúan la redacción de este tratado en el 46 a. C. entre su obra Brutus, una historia sobre los oradores griegos y romanos, y su Orator ad Brutum, que profundiza en la noción del mejor orador.

Si existen varias clases de poetas, cada uno con su individualidad, y también varios oradores, no hay más que un arte oratorio, que se dirige a un auditorio con el fin de instruirlo, complacerlo y conmoverlo (§ I).

Cicerón especifica que su traducción no es un traducir el griego palabra por palabra, sino que debe transmitir el espíritu del debate y destacar las cualidades oratorias de los protagonistas (§ 5-7).