Sara Rus

Llevó una vida tranquila y sin mayores sobresaltos hasta que en 1939 ―cuando tenía 12 años― el ejército alemán entró en Lodz, su ciudad natal.

Tuvieron que dejar el apartamento donde vivían y mudarse a una habitación en un edificio del gueto judío en Lodz.

[8]​ En 1942 comenzaron las selecciones, debían soportar la incertidumbre del «sirve-no sirve», pero su mamá repetía con optimismo «siempre hay un ángel que nos protege».

Su hija, que tenía catorce años, se llevaba trabajo a su casa, preparaba una producción extra y la entregaba en nombre de su madre para que no le quitaran la carta de alimentación.

[2]​ Casi al año su madre quedó otra vez embarazada, tuvo otro varón, que fue asesinado en el hospital, en una de las llamadas evacuaciones.

Al frente estaba el profesor Runcovsky, un maestro que había dirigido un orfanato, educando a los jóvenes y dándoles una salida laboral.

[6]​ El enamoramiento fue mutuo e inmediato, pese a que ella solo tenía 14 años de edad.

Empezaron a verse, y en una oportunidad él le contó que también había leído mucho sobre Argentina, donde estaban los parientes de Sara, y le dijo que cuando terminara la guerra podrían ir a vivir allí.

De todas maneras un día los nazis rodearon la casa y les dijeron que llevaran lo mínimo posible.

Sara eligió una mochila muy chiquita que ella misma había cosido antes de la vida en el gueto.

Su madre ―aunque seguía siendo una mujer bonita y todavía muy joven― estaba muy demacrada, por lo que se la llevaron.

[9]​ Después de dos meses en Auschwitz, se subieron otra vez a los trenes para viajar como animales que van al matadero.

En un turno nocturno, no vio los rieles que estaban en el piso y se cayó para atrás.

Después de tomar agua, Carola logró levantarse y caminar despacio hasta llegar al campo.

[6]​ Cuando entraron los soldados estadounidenses y vieron el estado en que estaban los judíos, se pusieron a llorar.

Para revisarlas, los médicos estadounidenses les pedían que se pusieran contra el sol, sin necesidad de radiografías.

Sara estuvo tres meses prostrada, sin poder caminar, alimentada por suero debido a un reumatismo infeccioso.

[6]​[3]​ La Agencia Judía les ofreció emigrar a Palestina, donde pronto se formaría el Estado de Israel.

[11]​ Bernardo había entrado en contacto con una mujer que había sido compañera de Sara en el campo de Mauthausen y le escribía para decirle que la esperaba en Lodz (Polonia).

[6]​ La escritora argentina Eva Eisenstaedt ―en su biografía de Sara Rus (de 2007)― reproduce una carta escrita en esta época por Bernardo Rus: «Sobreviví una época en la que Shakespeare y Dante ―los maestros en dramas y tragedias― se hubieran apabullado».

Cuando realizó la llamada y le pidió a la recepcionista hablar con Bernardo Rus, pudo oír cómo caían sillas y se arrastraban mesas mientras Bernardo corría a atender el teléfono.

[6]​ La pareja regresó a Lodz para reencontrarse con Carola, tras lo cual un rabino conocido los casó en una intima ceremonia realizada en la morada de su madre.

Al poco tiempo, los tres partieron a vivir a la casa que Bernardo ocupaba por su trabajo, pero con la idea fija de salir del clima de violencia antisemita que todavía permanecía en la Polonia católica.

La Cruz Roja y el Joint Distribution Committee les tramitó los pasajes en avión.

«Este policía fue muy servicial, pero nos dijo que si no teníamos papeles deberíamos regresar a Paraguay».

[2]​ Cinco años después de nacer Daniel, en 1955, tuvieron una hija, Natalia Rus.

[14]​ Bernardo le insistió en que se marchase del país, pero Daniel no quiso.

Otros veinte físicos empleados de ese organismo serían detenidos ilegalmente durante la dictadura.

[8]​ Cuando Daniel no llegó a la casa paterna, sus padres pensaron que había tenido un accidente.

Entonces Sara Rus se pasó del otro lado de la valla y corrió a denunciar la situación ante la APDH (Asamblea Permanente por los Derechos Humanos).