En este día, la Iglesia celebra una fiesta solemne por todos los difuntos que, habiendo superado el purgatorio, se han santificado totalmente, han obtenido la visión beatífica y gozan de la vida eterna en la presencia de Dios.
Frecuentemente, los grupos de mártires morían el mismo día, lo cual condujo naturalmente a una celebración común.
Pero la Iglesia, creyendo que cada mártir debía ser venerado, señaló un día en común para todos.
[3] El origen de esta fiesta en Roma, y con ello en la Iglesia occidental, se halla vinculado al templo del Panteón.
Este edificio, que originalmente se dedicaba al culto de todos los dioses romanos, cayó en desuso como tal a fines del siglo IV.
Esta fiesta, que antes veneraba según las regiones tradicionales locales, llegó a convertirse en una celebración universal, fortaleciendo la identidad De la Iglesia y subrayando la conexión espiritual de todos los cristianos con quienes los procedieron en la fe.