En 1754, la emperatriz María Teresa agrandó otra vez la cripta hacia el oeste, más allá de la propia iglesia, en el jardín del monasterio con una adición abovedada que admite la luz natural.La imponente cúpula y la cripta son obra del arquitecto Juan Jadot de Ville-Issey.Hacia 1960 era obvio que el deterioro de las tumbas se debía al ambiente caluroso y húmedo de la cripta, por lo cual se tomaron medidas para remediarlo y poder así conservar los sarcófagos para las futuras generaciones.Aquellas tumbas fueron trasladadas a unos nichos recién construidos en la pared delantera de la Bóveda Leopoldina.En 2003 otro proyecto hizo la cripta accesible a las personas con discapacidad, y abrió puertas antes no usadas, de modo que la ruta del visitante fuera más fácil.Hasta los años 1700, el material más común para los sarcófagos era una aleación parecida al bronce, cubierta de laca.En los años posteriores fue adoptada una mezcla de cobre y bronce, así como plata.Solo un sarcófago, el del emperador Francisco José I, está hecho en piedra en vez de metal.Se han usado varias técnicas de trabajo en metal: talla, fundido, grabado y martillado para decoración superficial.Las cubiertas son remachadas, mientras que los ornamentos y figuras decorativas aparecen atornilladas.Dentro del sarcófago externo, los cuerpos se encuentran en ataúdes de madera envueltos en seda.El primer esfuerzo de restauración fue emprendido en 1852, pero no fue hasta 1956 cuando nació la Gesellschaft zur Rettung der Kapuzinergruft (Asociación para salvar la Cripta de los Capuchinos) para informar al público del problema y conservar y restaurar las tumbas.También se creó un taller al final de la Bóveda Toscana, donde expertos artesanos podrían trabajar sobre tumbas seleccionadas, trasladadas allí temporalmente para su restauración.El recorrido también fue modificado para que los visitantes puedan ver las tumbas según la secuencia histórica.El espacio es bajo, simple y sin ventanas, siendo visible por las puertas barrocas de la Bóveda Leopoldina.Teniendo en cuenta que Leopoldo contribuyó con sus tres mujeres y 16 de sus hijos, más él, a incrementar notablemente la población de la cripta, era inevitable que pronto fueran necesarias otras bóvedas.La bóveda responde al estilo Biedermeier imperante en la época, así como las cinco tumbas que se encuentran dentro de ella.La Ferdinandsgruft fue construida en 1842, junto con la bóveda toscana, en conjunción con la reconstrucción del monasterio de la parte superior.
La emperatriz Ana del Tirol, fundadora de la Cripta de los Capuchinos, en una miniatura de
Alejandro Abondio
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