Los «correíllos» eran inicialmente veleros, luego vapores, que transportaban el correo del servicio postal español entre las Islas Canarias.
La primera línea se abrió en 1855 para conectar las islas principales (Tenerife y Gran Canaria), dos o tres veces por semana.
Con el resto de las islas (Lanzarote, Fuerteventura, La Palma, La Gomera, y El Hierro) la frecuencia era menor.
Actualmente se conserva el centenario correíllo La Palma, construido en el año 1912, para la Compañía de Vapores Correos Interinsulares Canarios.
Por tanto, no realizaron conexión vía marítima entre sí, conformando culturas insulares independientes entre ellas.
Con los poblamientos locales aumentaba la demanda de los productos básicos para la supervivencia, principalmente los procedentes del campo.
Algunas de estas asociaciones terminaron convirtiéndose en los primeros armadores que, haciéndose con nuevos cargueros, entraron en sana competencia con aquellos que de un modo oficioso crearon las líneas interinsulares más o menos regulares.
Así pues, en 1855 aparecen unos barcos veleros encargados del servicio interinsular que se harán famosos en las islas con el nombre de «correíllos».
Hasta ese momento los viajeros realizaban sus travesías en condiciones verdaderamente mejorables, y la Elder no perdió la oportunidad para ofrecer plazas de pasaje entre las islas con unos niveles de comodidad desconocidos en Canarias hasta ese momento.
Con el tiempo, también se colocaría un buzón en el muelle, al pie de la escala, para que los ciudadanos pudieran depositar sus cartas.
Para unir las islas de Tenerife, La Palma, La Gomera y El Hierro, la Compañía adquirió el vapor Pérez Galdós en 1894, y en 1901 se incorporó el vapor Almirante Díaz, matriculado en Las Palmas, desarrollando su servicio interinsular hasta que fue devuelto a su Compañía, la African Steamship Co., en diciembre de 1902.
Fletados a otros armadores se incorporaron, para responder al servicio, los vapores Joaquín del Piélago, Rabat, Mogador y Tenerife.
Pero no debemos olvidar que la «Elder» tenía otros barcos que hacían rutas semejantes, como el Seagull, que daba la vuelta a la isla de Tenerife en cinco singladuras saliendo del muelle de Santa Cruz y tocando los puertos de Abona, El Médano, Los Abrigos, Los Cristianos, Adeje, Guía y nuevamente Santa Cruz.
El contrato se le concedió a la empresa canaria pues, aunque ambas concursaban bajo las mismas condiciones, la Compañía de Vapores podía acreditar una dilatada experiencia ya que venía llevando a cabo este servicio desde 1880.
Trasmediterránea incorporó otros buques, como una nueva serie de correíllos, que prestaron sus servicios en los años 60 y 70.
En el año 2002 el Estado, que se había convertido en su propietario, privatizó Trasmediterránea vendiéndola a un grupo de empresas, destacando Acciona (con el 60%); continuando con la línea Cádiz-Canarias.