Monasterio de Santa Catalina de Siena (Buenos Aires)

A principios del siglo XVIII se impulsó en la ciudad la construcción de conventos.

Las también llamadas Monjas Catalinas pertenecen a la Segunda Orden Dominicana (la Primera Orden es la de los Padres Dominicos o Frailes Predicadores, fundada por Santo Domingo de Guzmán a principios del siglo XIII).

Briceño decidió emplazar frente al Hospital del Rey, en la esquina de las actuales calles Defensa y México.

En 1727, tras adquirir varios solares, se dio inicio a las obras de construcción sobre planos del hermano jesuita Juan Bautista Prímoli y del prestigioso arquitecto italiano Andrés Bianchi, también jesuita.

La ciudad permaneció iluminada tres noches y en el monasterio las fiestas religiosas duraron otros tantos días.

A la izquierda del presbiterio una gran abertura enrejada comunica con el coro bajo.

Sobre el nártex se encuentra el coro alto del que parten galerías perimetrales con óculos.

Está compuesto por dos plantas dominadas por dos claustros, uno alto y otro bajo, con celdas para alojar cuarenta monjas conventuales.

En el año 1875 se clausuró la puerta principal sobre la calle San Martín y se trasladó la portería a la calle Viamonte, acercándola a la sacristía para mayor comodidad de la Comunidad y los capellanes.

En 1964, la orden dominicana emprendió la restauración procurando devolverle la apariencia del siglo XVIII.

El monasterio estuvo ocupado por las Monjas de la Segunda Orden Dominicana hasta 1974, año en que la congregación se trasladó a un nuevo monasterio en San Justo y donó los edificios al Arzobispado de Buenos Aires.

Desde 2001, funciona como Centro de Atención Espiritual para las personas que trabajan en el microcentro.

[2]​ En otros casos, mujeres de probada pobreza solicitaban autorización al Virrey para pedir limosna públicamente y así cubrir su dote.

La dote podía tener un impacto muy grande en algunos casos extremos, como el del capitán y regidor Juan José de la Palma, quien para cubrir la dote de sus seis hijas dio en dote su casa: "Tolerando esta quiebra porque logren mis hijas el espiritual consuelo sobre que incesantemente están clamoreando, con tanta eficacia que ya me faltan las fuerzas para resistir."

En el convento existía una clara jerarquización interna: monjas de velo negro cuya tarea fundamental era el rezo del oficio divino, monjas de velo blanco para las tareas domésticas, donadas y esclavos.

También tenían momentos dedicados a su formación espiritual y otros en los que realizaban labores de mano.

Las donadas podían elegir permanecer en el convento toda su vida e incluso profesar como terciarias de la orden.

Los esclavos se adquirían por compra (valores que oscilaban entre 200 y 300 pesos), donación de vecinos, o, en su mayoría, acompañaban a las monjas al ingresar.

Algunas esclavas podían ser destinadas a la clausura y no podían abandonarla sin licencia del Obispo, pero la mayoría vivía extramuros, en la ranchería en la manzana frente al monasterio,[4]​ entre las actuales calles San Martín, Viamonte, Florida y Córdoba.

Las monjas permanecieron entretanto en una celda a oscuras y sin alimento pero no fueron agredidas por los soldados.

[9]​ La reforma eclesiástica impulsada en 1821 por el Ministro de Gobierno Bernardino Rivadavia que suprimió algunas órdenes religiosas, confiscó sus bienes y prescribió las normas para el ingreso a la vida conventual respetó al Monasterio de las Catalinas.

Ese año se construyó un largo muelle que fue llamado "de las Catalinas" por estar ubicado frente al monasterio.

Penetraba varios cientos de metros en el río y operó durante dos décadas hasta la reestructuración del puerto por el ingeniero Eduardo Madero.

Aquí comienza a ser amenazada la continuidad del templo, incluso después de que el consejo de planificación urbana redacte una ordenanza referida a las normas especiales que rigen en la manzana, para proteger la escala del complejo sobre una altura máxima de 12 metros a partir del punto más alto y coincidente con la línea municipal.

A partir de allí se estableció una polémica respecto a la construcción de dicha obra ya que según las voces disonantes “se ponía en riesgo la continuidad estructural del complejo santa catalina”.

Fachada de la iglesia anexa al convento.
Patio del Monasterio de Santa Catalina de Siena.
Patio del Monasterio de Santa Catalina de Siena.
Patio del Monasterio de Santa Catalina de Siena.
Río de la Plata.