Tenía en común con el impuesto sobre ventas en que gravaba casi todas las transacciones, pero no era un impuesto general sino que lo hacía a través de varios impuestos diferentes, gravando de forma específica el consumo de cada producto.
[1] Hasta la reforma fiscal de 1957, fue la principal contribución del Estado, atendiendo a rendimientos recaudatorios.
[2] La contribución de usos y consumos jugó un papel estelar en la economía autárquica de los primeros años del régimen del general Franco.
[3] Los antecedentes de la contribución, durante la Segunda República Española, ya suponían una recaudación media del 8,9% de los ingresos ordinarios del Estado.
En la reforma tributaria de 1957, se reordenó la Contribución de Usos y Consumos, que pasó a denominarse Impuesto General sobre el Gasto.