Ambas ramas, como comprobaremos después, se unirían en la primera mitad del siglo XIV.
Sin embargo, no desaparecieron los frailes varones que continuaron al servicio del monasterio en sus propias dependencias.
Doña Constanza debió transformarlo e instalar en él a doce monjas trinitarias.
Para ello, doña Constanza prometió observar dichos estatutos, y se comprometió a pagar 700 mazmudinas de oro y 200 sueldos jaqueses que adeudaba en dicha fecha la citada casa de Avinganya.
En 1242, doña Constanza, primera priora de Avinganya, reconoció en favor del señor rey don Jaime su hermano, haber recibido los lugares y castillo de Mequinenza, Aitona y Soses que les habían dado a cambio de otros castillos como Camarasa Fontllonga, Cubélls, Mongay y Vilagrasa.