El debate mediático o político sobre temas que son controvertidos dentro de la esfera pública pero no necesariamente para la comunidad científica puede invocar un consenso científico, como por ejemplo el tema de la evolución biológica[4][5] o el cambio climático.
Pero esto no debe llevar a pensar que el conocimiento científico es independiente de un individuo concreto como algo autónomo.
A diferencia de otras formas de conocimiento, el conocimiento científico se articula con premisas que admiten consenso, es decir, que pueden ser comprendidas universalmente, con lo cual pueden ser evaluadas por cualquier especialista en la materia para poder pronunciarse sobre ellas y eventualmente pasar a formar parte del consenso.
[8] Siempre hay, en los grupos, miembros excéntricos, defensores remanentes de ideas anteriores que han sido sobrepasadas, camarillas o individuos con puntos de vista únicos, o con ideas nuevas que no han sido comprobadas concienzudamente, y con ellos otros disidentes.
Por ejemplo, referente al cambio climático reciente, aunque hay grupos que lo negaron por mucho tiempo, al analizar el tema, realmente puede observarse que existió un consenso científico en torno a las causas del cambio climático.
Sin embargo, no hay ninguna disputa significativa entre los científicos sobre la realidad del hecho ni sobre los ejes de la teoría de Darwin y la síntesis evolutiva moderna, y sólo se observan discrepancias y nuevas ideas sobre puntos específicos; por lo que puede afirmarse que la teoría misma no ha sido rebatida en el campo de la biología.
La existencia del consenso tiene aquí también consecuencias políticas, por cuanto existen grupos creacionistas que intentan hacer creíble su ideología a través del diseño inteligente, como si este fuera una teoría científica alternativa, y no un dogma religioso opuesto a la ciencia.
Hay muchas teorías filosóficas e históricas de cómo el consenso científico cambia con el tiempo.
En una aplicación estándar del principio psicológico del sesgo de confirmación, las investigaciones científicas que respaldan el consenso científico existente suelen ser recibidas más favorablemente; en cambio las investigaciones que lo contradicen requieren más tiempo para ser analizadas y corroboradas, y más tiempo también, por ello, para ser aceptadas o descartadas como correctas dentro de la comunidad científica.
Las investigaciones que ponen en cuestión una teoría científica bien fundamentada son sometidas a un escrutinio más cuidadoso, para así poder evaluar concienzudamente si están bien elaboradas y documentadas, y que realmente no presentan fallos.
Este escepticismo científico y precaución (a veces mal interpretado por los grupos científicos minoritarios) se usa para garantizar una protección a la ciencia frente a divergencias prematuras entre ideas reconocidas basadas en investigaciones vastas, y las nuevas ideas que todavía no se sustentan o que realmente no están sustentadas en bases empíricas y desarrollos teóricos suficientes.
La decisión del director, a sabiendas polémica, argumentada ya en un comentario editorial en el mismo número, no ha dejado de ser debatida hasta hoy.
Un debate científico es un tipo de discusión científica en el que existen dos o más posiciones entre particulares o grupos en que se aducen hechos y deducciones científicas, pero los hechos son tales que el alcance y las consecuencias lógicas de dichos hechos no están claras o permiten extraer conclusiones excluyentes.