El problema generalizado, en último término, lo que intenta es encontrar criterios para poder decidir, entre dos teorías dadas, cuál de ellas es más «científica».
«Crítica de la razón pura» y «Prolegómenos a toda metafísica futura que pueda presentarse como ciencia»).
En él retrata al completo la historia del desarrollo científico como una guerra contra la religión.
Esta visión la fomentaron seguidores tan prestigiosos como Andrew Dickson White en su ensayo Una historia de las guerras entre la Ciencia con la Teología en la cristiandad (en línea).
Ciertos hechos legendarios en la Historia de la ciencia deben su popularidad a Draper y White.
Sin embargo, como se observa con Draper y White, hacia el final del siglo XIX, la ciencia y la religión comenzaron a ser vistas por el público como posiciones enfrentadas, fenómeno gradual que alcanzó su clímax en torno a los debates acerca de la teoría de la evolución de Charles Darwin.
Este punto de vista proclama exclusivamente la legitimidad y validez del conocimiento proporcionado por las ciencias empíricas.
Históricamente la filosofía positivista surge en el siglo XIX, siendo sus máximos exponentes Auguste Comte (1798-1857) y Ernst Mach (1838-1916).
El primero usó la palabra "positivismo", tomada del filósofo francés Saint-Simon (1760-1825), para designar su pensamiento.
Así mismo, denominó estadio positivo a la etapa del progreso humano en la que la ciencia se convierte en la principal fuerza social, superando periodos anteriores de carácter metafísico y religioso en los que dominaban las supersticiones y las creencias infundadas.
Bajo la influencia de Ernst Mach y del austríaco Ludwig Wittgenstein (1889-1951), el positivismo cientificista se transformó en el siglo XX dando lugar al positivismo lógico, neopositivismo o empirismo lógico.
Aunque los empiristas lógicos intentaron ofrecer una visión general de la ciencia que abarcaba principalmente sus aspectos gnoseológicos y metodológicos, tal vez su tesis más conocida es la que sostiene que un enunciado es cognitivamente significativo solo si o posee un método de verificación empírica o si es un enunciado analítico, tesis conocida como "del significado por verificación".
Entre los primeros en desarrollar una respuesta se encontraban los miembros del Círculo de Viena (Moritz Schlick, Rudolf Carnap, Kurt Gödel, Carl Hempel y otros).
Éste no solo es interpretable como una alternativa al verificacionismo; supone también un acuerdo acerca de la distinción conceptual que habían ignorado las teorías previas.
Así pues, frente a la postura verificacionista preponderante hasta ese momento en filosofía de la ciencia, Popper propone el falsacionismo.
Aunque Popper era realista no aceptaba la certeza, es decir, nunca se puede saber cuándo nuestro conocimiento es cierto.
Propuso el falsacionismo como una forma de determinar si una teoría es científica o no.
Lo que el criterio Popperiano permite ser llamado científico está abierto a interpretación.
Esta es una crítica importante al falsacionismo, pues cualquier enunciado observacional, por inocente que parezca, presupone ciertas concepciones acerca del mundo, y resulta imposible dejar de preguntarse si esas concepciones son científicas o no.
Durante esta fase, se reconoce al modelo antiguo como fundamentalmente defectuoso y no se le puede adaptar para más uso, de forma que ideas totalmente nuevas (o a menudo ideas viejas y abandonadas) son nuevamente consideradas, la mayoría de las cuales fallarán.
Es decir, el valor de un paradigma científico es su poder de predicción y su capacidad para sugerir soluciones a nuevos problemas mientras continúa satisfaciendo todos los problemas resueltos por el paradigma al que reemplaza.
La propuesta de Lakatos es un falsacionismo sofisticado que a su juicio subsana los problemas antes mencionados.
Argumentó que no se puede encontrar ningún método dentro de la historia de la práctica científica que no haya sido violado en algún momento del avance en el conocimiento científico.
[cita requerida] Por tanto muchos de los criterios propuestos para la demarcación no han resultado ser útiles.
Laudan consideraría como palabras huecas "pseudociencia" o "no científico" asociadas a la retórica de políticos y sociólogos.
[24] La ciencia satisfaría en particular condiciones específicas como contar con un dominio compuesto únicamente por entidades reales, un trasfondo filosófico con una ontología según la cual el mundo está compuesto por cosas concretas mudables que cambian según leyes, un trasfondo formal con una colección de teorías lógicas o matemáticas actualizadas o un trasfondo específico y con una colección de datos, hipótesis y teorías actualizados y razonablemente confirmados.
[23] Por contraste la pseudociencia es todo campo de conocimiento que no es científico, pero se publicita como tal.
La siguiente es una lista de características adicionales que son altamente deseables en una teoría científica.
Este último, modelo e inspiración de positivistas en su tiempo, remató su obra capital, Tractatus logico-philosophicus, con la siguiente frase lapidaria, una y mil veces citada: «De lo que no se puede hablar hay que callar».