El Gobernador Miguel Barreiro y el Regidor Joaquín Suárez, que ejercían el Gobierno de Montevideo abandonan la ciudad, marchando con sus fuerzas y numerosas familias leales al artiguismo hacia el río Santa Lucía.El general en jefe portugués contestó en el día, remitiéndole a su proclama promulgada al comienzo de la invasión, donde se había declarado que el “Ejército Pacificador”[2] se movía contra Artigas y sus secuaces y no contra los honrados habitantes de la Banda Oriental; concediendo la permanencia del Cuerpo capitular y el mantenimiento en sus empleos de todos los oficiales que se le presentaran al entrar en la plaza, y lisonjeándose, por último, de que el soberano portugués conservaría a los orientales todos sus fueros, privilegios y exenciones, con más “las franquicias comerciales desde luego entrarían a gozar en común con los demás pueblos del Brasil”.Poco después abría el puerto al comercio libre, que pronto vio disputarse lugar en los muelles y en la rada, a los navíos mercantes de la Gran Bretaña que esperaban impacientes en el Río de la Plata, la codiciada plaza.Lo presidía Juan José Durán, siendo su vicepresidente Dámaso Antonio Larrañaga y su secretario Francisco Llambí.Otras connotadas figuras del patriciado que participaron fueron Fructuoso Rivera, Tomás García de Zúñiga, Jerónimo Pío Bianqui, Loreto de Gomensoro, Alejandro Chucarro, José Vicente Gallegos, Manuel Lago, Luis Pérez, Mateo Visillac Ferrer, José de Alagón, Gerónimo Romualdo Ximeno, Manuel Antonio Sylba y Salvador García.De las tres fórmulas puestas a su consideración el Congreso consideró en primer término la independencia, para desecharla por impracticable o inconveniente en la situación en que se hallaba entonces la Provincia; de allí que por descarte se inclinara a su incorporación a Portugal, más bien por un motivo circunstancial que por razones permanentes de índole histórico-políticas.El 30 de julio ambos mensajeros se presentaron al Congreso expresando que habían entregado el pliego.