Concilio de Aquilea (381)

Cuando murió Constancio en 361, y terminó el paréntesis pagano de Flavio Claudio Juliano, la doctrina ortodoxa volvió a florecer, gracias sobre todo al impulso que le dio Teodosio I, que culminó con el Edicto de Tesalónica.Sin embargo, la herejía arriana todavía estaba muy extendida en las provincias danubianas del imperio.[2]​ Dada la situación, la ortodoxia cristiana pretendía erradicar definitivamente el fenómeno herético reconfirmando, en esencia, los acuerdos alcanzados durante el concilio de Nicea y rechazar la organización eclesiástica establecida en Constantinopla.El concilio concluyó confirmando la proscripción del arrianismo y con la excomunión de los dos obispos acusados.Finalmente, en una cuarta carta, también dirigida a los emperadores, el concilio defendía la causa de Paulino de Antioquía y Timoteo de Alejandría, y también pedía que los emperadores convocasen un gran concilio en Alejandría para poner fin a las divisiones entre cristianos.