La comedia de santos es un género teatral surgido en el Siglo de Oro, aunque existen precedentes en el Códice de autos viejos, y se extendió con gran éxito hasta el siglo XVIII.
Agustín de Rojas Villandrando explicaba, a comienzos del XVII, los orígenes del género y su enorme éxito: La estructura habitual era cronológica, con escenificación de numerosos pasajes biográficos, y lo que más solía seducir al público era la representación, siempre artificiosa y espectacular, de los milagros, la escenografía y los efectos de tramoya (apariciones de ángeles y demonios, etc.).
Algunas se contaminaban demasiado con elementos profanos, a través, por ejemplo, del personaje del lego, o bien hacían demasiado hincapié en los momentos de vicio del pecador arrepentido, por lo que fueron criticadas por los moralistas, especialmente las que hacían referencia a grandes pecadoras, como Santa Eudoxia, Santa María Egipcíaca, María Magdalena o Santa Afra de Augsburgo, aunque también se atacó ocasionalmente su floja exactitud histórica.
En todo caso, conservan su relación con los aspectos bajos, con la comida, con lo terreno, de modo que sus intervenciones provocan gracia, pero sobre todo contrastan con la vida ejemplar del santo en ciernes.
En la comedia de santos, entonces, coexisten la intriga ingeniosa con el gran espectáculo, lo sagrado con lo profano, la finalidad edificante con la función de entretener; incluso lo que en el periodo se consideraba estrictamente histórico, con la invención.