Previo a esto, el territorio chileno se encontraba separado en su soberanía por esa fracción entre los ríos Biobío y Toltén.
[1] El bajo interés de los habitantes chilenos del resto del país para emprender esta labor colonizadora, recién terminada la guerra del Pacífico, por lo que los esfuerzos económicos, logísticos y migratorios del aparato estatal se encontraban enfocados en la chilenización de Tacna, Arica y Tarapacá,[2] obligó al gobierno a buscar colonos extranjeros que cumplieran con los requerimientos para poder ejecutar las labores de tal naturaleza y envergadura.
[8] Anteriormente a esto, los monjes franciscanos, capuchinos y jesuitas habían realizado la mayor parte de esta labor bajo una perspectiva religiosa católica en la denominada Educación Misional.
Todo esto hacía difícil la tarea colonizadora, que en muchos casos debieron preparar los terrenos deshabitados para convertirlos en aptos para construir y vivir dentro de esa área.
La ausencia de caminos y rutas que se interconectaran entre sí, dificultaba aún más el contacto entre las diferentes localidades.
Es por esta razón y por el vínculo sociocultural que tienen con la región, es que numerosos países europeos han establecido sus consulados o consulados honorarios en la ciudad (Alemania, España, Francia, Italia, Países Bajos y Suiza), si bien no son europeos la inmigración desde Palestina fue igualmente numerosa.