Pese a ello, se acabó convirtiendo en un referente en la Ruta jacobea.
Pero al producirse su muerte antes de acabar la obra, se la encomendó a su amigo, también obispo Diego Gelmírez.
[3] La comunidad tuvo el apoyo de la Corona que concedió donaciones, exenciones y privilegios a la comunidad agustina a lo largo de toda la Edad Media, lo cual está documentado.
Tanto las contribuciones reales como otras aportaciones más modestas proveyeron de medios suficientes para la construcción del monasterio de Sar, y se continuaron tras la finalización del mismo.
Fernando II en 1378, eximió a la comunidad de Sar de pagar el impuesto regio llamado el yantar del rey, y esta exención fue confirmada por Enrique III, Juan II y Enrique IV.
[4][5] En el siglo XVIII para evitar el derrumbe del edificio se construyeron unos arbotantes laterales que se convirtieron en una de las características más sobresalientes de su construcción.