Los primeros antecedentes de habitantes en la zona corresponden a los siglos VI y VII d. C. en la Varella Castellar, donde se localizaron una necrópolis visigoda.
[6] Se convierten en refugiados de guerra y son acogidos por familias republicanas en localidades del Bajo Aragón como Fabara o Nonaspe.
Durante los terribles días de 1937, estuvo en Codo el famoso escritor ruso Mijaíl Koltsov, que describió sus experiencias en el libro "Diario de la guerra española", publicado en 1938.
Aquí (en Codo) los republicanos «no han hecho ni un solo prisionero».
Por las terrazas de la colina se apelotonan casas edificadas con piedra gris.
Y al lado mismo, sobres con dibujos religiosos: Cristo bendice un rebaño de ovejas.
A su alrededor dispersadas por el suelo vainas de cartuchos disparados.
Lleva la guerrera abierta, y en el negro e hinchado pecho una gran mancha de sangre.
En 1971 en La Varella Castellar, supone un hecho histórico la localización y excavación de una necrópolis visigoda.
Sus rasgos más característicos son el Dance de Codo o paloteado[12] que se baila con trajes característicos, adornados con cintas y cascabeles, y los correspondientes palos.
La música también es una señal propia al tratarse de composiciones originales y únicas en la tradición musical aragonesa.
Existe memoria de un dance con espadas y broqueles hoy desaparecido.
No llevan ramos, llevan vihuela y es de galanes saber tañela.” · San Bernardo o El Santo: “San Bernardo patrones tuviera y en medio de Codo la iglesia mayor.
El exterior, construido totalmente en ladrillo, muestra los volúmenes de dicha estructura con los contrafuertes que emergen entre las capillas.
Junto al pueblo existieron las ruinas de un castillo[14] del siglo XIV, que tuvo planta cuadrada y estaba flanqueado por torreones en los ángulos, la desidia y la insensatez supuso su desaparición.
Junto a la iglesia de San Bernando, está la casa natal del escritor Benjamín Jarnes.
A destacar su singular lavadero público en proceso de restauración y conservación.
Todo un ejemplo de los lavaderos cerrados en piedra y cubiertos en Aragón.
Las antiguas escuelas de Codo era un edificio construido expresamente para la función escolar.
Me gustaría desterrarme también por algo y morir, como él, en Burdeos o China.
Aquel castillo sólo era un enorme jaulón desvencijado y abierto, de donde habrían huido ya hasta los pájaros de la leyenda, porque ni leyenda tenía o, al menos, yo nunca la supe.
Eran cuatro altos paredones, rasgados por enormes heridas que vendaban magníficos tapices de hiedra.
En Codo se le dedicó una calle en 2006 y también ha puesto nombre al pabellón municipal en 2008.