Están construidos exclusivamente con piedra caliza y estructuras interiores de madera de sabina albar (Juniperus thurifera) y se techan exteriormente con una cubierta vegetal leñosa denominada «barda».
Ubicados en un entorno natural más salvaje que el actual, el chozón sabinero permitió al hombre explotar la ganadería en el medio rural sin sufrir la rapiña de animales salvajes como osos, lobos y zorros.
La paridera acumulaba, además, el estiércol de los animales, siendo el abono empleado por los agricultores para fertilizar sus campos.
Por ello, la mayoría están desapareciendo, debido a que sus dueños no reponen la cubierta denominada barda o bardama.
La colocación de la barda por su condición artesanal y orgánica, suele ir degradándose con el paso de los años, produciendo goteras, que a la larga pudren las vigas del tejado hasta provocar su hundimiento.