Una centrifugadora es una máquina que pone en rotación una muestra para –por fuerza centrífuga– acelerar la decantación o la sedimentación de sus componentes o fases (generalmente una sólida y una líquida), según su densidad.
Funciona haciendo que las sustancias y partículas más densas se muevan hacia afuera en dirección radial.
El ingeniero militar inglés Benjamin Robins (1707–1751) inventó un aparato de brazo giratorio para determinar el arrastre.
Varían ampliamente en velocidad, capacidad, control de temperatura y otras características.
Las ultracentrífugadoras hacen girar los rotores al vacío, lo que elimina la resistencia del aire y permite un control exacto de la temperatura.
La preparación de ADN es otra aplicación común para la farmacogenética y el diagnóstico clínico.
Las muestras de ADN se purifican y el ADN se prepara para la separación al agregar tampones y luego centrifugarlo durante un cierto período de tiempo.
Además de ser más rápida que la sedimentación, la centrifugación permite separar componentes que la mera sedimentación no podría realizar, por ejemplo separar el uranio 235 del uranio 238.
Como la sedimentación, al centrifugado lo rige la ley de Stokes, según la cual las partículas sedimentan más fácilmente cuanto mayores sean su diámetro y su peso específico comparado con el del fluido, y cuanto menor sea su viscosidad.
Es importante considerar que la función del fluido es esencial, pues sin su viscosidad todas las partículas se precipitarían a la misma velocidad.
La suspensión fluye a través del filtro y el tambor con la pared perforada desde el interior hacia el exterior.
Los tipos comunes son: En las centrífugadoras el tambor es una pared maciza (no perforada).
Ésta pone en rotación una muestra más pequeña para separar por fuerza rotatoria sus componentes o fases (generalmente una sólida y una líquida), en función de su densidad.