Este paraje fue descubierto en por el geólogo australiano que dio nombre al valle.
[2] Los primeros exploradores de la Antártida atribuyeron el color rojo a las algas rojas, pero posteriormente se ha demostrado que este fenómeno se produce por la presencia del óxido de hierro.
Óxidos de hierro poco solubles se depositan a la superficie helada después de que el ion ferroso presente en el agua salada líquida se oxide al entrar en contacto con el oxígeno atmosférico.
[4] Nunca antes se había observado en la naturaleza el proceso metabólico mediante el cual los microbios utilizan un sulfato como catalizador para respirar con iones férricos y metabolizar la materia orgánica microscópica atrapada con este compuesto químico.
Este extraño lugar ofrece a los científicos una oportunidad única para estudiar la vida microbiana en condiciones extremas, sin la necesidad de realizar profundas perforaciones en la superficie polar, con el riesgo de contaminación que conlleva el introducirse en un ecosistema frágil e intacto.