Catalina Narváez de Ruiz

[1]​[2]​ Fue una ilustre pintora, bordadora,[3]​ y dibujante, activa en el último tercio del siglo XIX.[6]​ Le llegaban encargos de autoridades eclesiásticas, civiles o militares.El bordado a aguja es una obra artística, creando un ejemplar único, infinitamente más caro, y cayó en desuso.Según Narváez, nunca la tapicería de telar o mecánica podría sustituir a la tapicería bordada a mano para la fiel reproducción de un cuadro.[13]​El punto de que se ha hecho uso, es el lamado de enjabado, pero utilizando un procedimiento desconocido hasta el día, puesto que las puntadas, semejando los toques del pincel, introducen el color fundido, por decirlo así,como lo funde el pintor en la paleta; y á la distinta dirección de esas mismus puntadas, á su mayor 6 menor inclinación, están confiados por la inspiración artistica muchos de los defectos del dibujo, asi como del colorido; para cuya totalidad se han invertido, según hemos podido averiguar, 2.500 tonos de sedas argelinas; bastando decir, como prueba de la paciencia y arte desplegados en la obra, que hay cabecitas que han exigido el empleo de 107 tonos distintos, á fin de obtener el justo colorido y el conjunto perfectamente harmónico que la pintura requiere.Las regaló al Obispo de Barcelona José Morgades y Gili.[17]​ En la colección del Museo del Romanticismo se conserva una estampa dibujada por Narváez en colaboración con el xilógrafo Antonio Manchón, que reproduce el lienzo Amadeo de Saboya, ante el cadáver de Prim que el monarca encargó a Antonio Gisbert en 1871.
La muerte de Viriato, por Catalina Narváez