Desde esta altura se domina toda la ciudad y, bien por su cumbre o por su falda, era el paso obligado para entrar en la ciudad o internarse en la isla.
Su situación estratégica se comprobó durante el ataque de la armada holandesa comandada por Pieter van der Does en 1599.
La primera vez que se hace mención a un castillo en la montaña de San Francisco se debe a Agustín Asmodeo, ingeniero real, que posiblemente entre los años 1568-71 fue enviado a las islas Canarias para estudiar las necesidades de fortificación frente a los ataques piratas, especialmente de la ciudad de Las Palmas.
Pese al nuevo intento de rechazo, en esta ocasión las tropas del marino holandés logran entrar y saquear la ciudad, dirigiéndose incluso hacia el interior de la isla, donde finalmente fueron repelidos en la Batalla del Batán.
Durante el enfrentamiento, el Gobernador Pamochamoso había instalado en el emplazamiento que después ocuparía el Castillo de San Francisco tres cañones que, dada su estratégica situación, provocaron bastantes pérdidas a los invasores.
Esta obra se encargó al ingeniero Próspero Casola.
Hacia mediados del siglo XVIII, el Castillo de San Francisco o del Rey seguiría desempeñando su función defensiva, además de almacenar cañones, municiones y demás utillaje bélico, así como materiales en desuso procedentes de otras fortificaciones.
En relación con el Castillo de San Francisco indica: "Tiene la ciudad el Castillo del Rey en el Monte o Risco de San Francisco con dos plataformas que dominan a la misma y guardan su espalda por el Oeste".
El escudo se presenta rodeado por el Toisón y está rematado en el timbre por la corona real abierta -no la imperial-.