Fue mandado construir en el siglo XIII por Federico II, quien la consideraba como una de sus residencias favoritas, y lo utilizó para encarcelar a sarracenos rebeldes que eran deportados desde Sicilia.
Es poco lo que hoy en día queda en pie, pero en tiempos de Federico II el castillo tenía una torre del homenaje cuadrada muy alta.
Estaba dividida en diversos pisos con paredes verticales y situada sobre un plano inclinado con dos pisos, uno a nivel del suelo y otro subterráneo.
En su interior había un pequeño patio de planta cuadradada, pero octogonal en su parte superior.
Nuevamente en 1300 fueron asediados y debieron claudicar por hambre y sed siendo pasados por las armas junto a los gibelinos cristianos que se habían refugiado en esta fortaleza, último refugio del Sacro Imperio Romano Germánico que estaba sucumbiendo a la influencia papal.