Luego hacia inicios del siglo XIX pasaron a manos de la familia Marín.
Este arquitecto en la misma época se encontraba construyendo la Basílica Mayor de Andacollo.
Durante casi un siglo y medio la casona perteneció a la familia Marín.
Sus últimos dueños fueron Fernando Marín Amenábar[2] y su esposa Cecilia Errázuriz Arnolds quienes mantenían la vivienda tal como en su mejor época, cuando sirvió de recepción para los políticos y personajes importantes de fines del siglo XIX.
En el exterior destacan sus jardines con bien cuidados prados y varias Washingtonias robustas que demarcan el acceso.