Fischer se convirtió en el primer estadounidense en ser campeón mundial de ajedrez desde que lo consiguiera a fines del siglo XIX Steinitz, nacido en Austria.
Conforme a las reglas fijadas por la FIDE en calidad de ente organizador, el que obtuviera mejor puntaje en 24 partidas ganaría el torneo y se proclamaría campeón mundial.
Se pactó que si el match terminaba en un empate 12 a 12, el campeón defensor —el soviético Spassky— retendría el título.
Tras este mal inicio, Fischer desplegó todo su talento y tuvo una exitosa racha durante los siguientes ocho juegos, consiguiendo cinco triunfos y tres tablas pese a su personal rechazo a los empates; Spassky terminaba así la partida undécima siendo superado en el puntaje general con 3½ puntos contra 6½ de su rival.
La partida número doce quedó empatada, pero en la partida número trece el retador estadounidense venció mostrando un juego de notable creatividad y destreza al punto de tener en el tablero cinco peones pasados en su favor, que Spassky no pudo detener.
Tras esto siguieron siete partidas más, todas acabadas en empate, con Fischer manteniendo ventaja de tres puntos en el marcador.