Vivía en una cueva del monte Aventino en el Lacio (actual Roma), en cuya puerta siempre colgaban, para horror de los habitantes, las cabezas sangrantes de los humanos que devoraba.
Versiones tardías dicen que Caco, un hijo de Hefesto y Medusa, que era el terror y la deshonra del bosque Aventino, arrojaba llamas por cada una de sus tres bocas.
Caco había bloqueado la entrada con una roca enorme que mantenían sujeta unas cadenas forjadas por Hefesto.
Caco quedó representado al momento del robo en antiguos grabados en piedra y en el revés de una medalla de Antonino Pío que le muestra derrotado, sin vida, a los pies del héroe y, en torno a ellos, el agradecido pueblo.
La figura y hazañas de este dios se simplificaron en la tradición culta.