Cabeza la Vaca

El clima es mediterráneo, como su vegetación, pero claramente matizado por el clima atlántico, manifiesto sobre todo en invierno, estación en la que se recogen las lluvias más elevadas (850 mm de precipitación de media), en unas precipitaciones serenas, con escasos episodios violentos.Prueba del matiz atlántico es la presencia en la vegetación de robles y castaños.En verano las temperaturas son altas, típicas del clima mediterráneo, pero las auras atlánticas hacen su presencia refrescando las noches, que junto a la altitud mitigan bastante los rigores de la canícula.Todo ello nos hace recordar la influencia de la vecina Andalucía, conjugándose a su vez con la sobriedad y la austeridad extremeña.No empecé ello para que cualquier otro de los primeros vecinos aquí establecidos se apellidara Cabeza de Vaca y bautizara la población con su apellido; no extraña, pues otros primeros establecidos dejaron antropónimos en el término: así Martín Gil dio nombre al arroyo que cruzaba sus posesiones, o los apellidos Polaíno y Quiciales designan los cerros y puerto de montaña donde tuvieron sus propiedades.Entre los restos arqueológicos conservados, está un ara votiva dedicada a Ataecina, asociada a un lugar de culto de esta diosa, relacionado con un monte, un bosque sagrado y un manantial cuyas aguas hoy día surten una fuente pública.El siglo XVII fue una centuria crítica que postró a la villa económica y demográficamente.Este afán renovador se mostró también en la construcción de una nueva plaza, un nuevo ayuntamiento y cárcel pública, así como una torre para alojar el reloj de la villa.Los repartos de tierras comunales hace que en 1827 se muestren las mejoras económicas y demográficas, inmediatamente lastradas por el aumento de jornaleros con escasas salidas laborales, tónica que se mantendrá hasta mediados del siglo XX, cuando la emigración hacia otras zonas más prósperas palió la presión social, mejorando la calidad de vida paulatinamente con la Democracia.Otro fenómeno natural, más reciente, a comienzos del siglo XX, se produjo en Las Murciélagas, en la Sierra de la Pedrera, término del pueblo, y fue el hundimiento en la tierra de un caballo.La cosa obedeció a ser una zona calcárea, llena de formaciones kársticas, donde han sido frecuentes los hundimientos, dolinas, que parece ser este caso.Tras haberse celebrado corridas y juegos con toros en distintos sitios de la villa, en el siglo XIX se erigió el coso actual con la colaboración de los vecinos, por ello su estilo arquitectónico es popular, macizo, abaluartado, con graderío y burladeros semi-excavados en la roca.Se conservan carteles impresos desde 1902, y por su arena han pasado toreros de renombre nacional, especialmente Paco Camino, a quien el pueblo tiene singular cariño ya que en sus comienzos allá por los años cincuenta hizo aquí sus primeras lidias.La quema del Judas: tiene lugar el Domingo de Resurrección, tras la Misa Mayor, un muñeco relleno de paja y pólvora, simulacro del discípulo traidor, es paseado por el pueblo y llevado a la plaza mayor donde tras un sumario juicio lleno de burlas y escarnios, es sentenciado a muerte, una vez colgado, se le prende fuego, mientras los asistentes contemplan como las llamas y las explosiones consumen el muñeco que cada año es caracterizado de algún personaje famoso de la televisión o del artisteo que a juicio del pueblo merece ser condenado.A los naturales de este pueblo le apodan "brujos" los otros pueblos vecinos debido a la existencia a finales del siglo XIX y primeras décadas del XX de dos o tres mujeres con capacidad para conectar con los difuntos, con escasa fortuna y mucha ignorancia.
Torre de la iglesia de Nuestra Señora de los Ángeles
Cruz del Rollo
Pisá del Caballo
Ruta senderista